La toxina botulínica, más comúnmente conocida como bótox, es una neurotoxina que, pese a ser liberada por el botulismo (una enfermedad que surge de una bacteria que provoca parálisis muscular), es también un fármaco que se usa con fines médicos para tratar algunas enfermedades neurológicas y también en la Medicina Estética.
También tiene otras aplicaciones médicas como la corrección del exceso de sudoración o el tratamiento de tics y espasmos musculares.
Su uso más común es la inyección en cantidades minúsculas en puntos estratégicos de la cara para tratar y minimizar los surcos y arrugas de expresión.
La toxina botulínica actúa disminuyendo la contracción de los músculos faciales temporalmente, dejando la piel tersa y tonificada, corrigiendo las arrugas y previniendo su progresión. Las inyecciones de toxina botulínica debilitan y paralizan determinados músculos, bloqueando algunos nervios.
Los efectos de la inyección no son inmediatos, se empiezan a revelar una vez transcurridos tres o cuatro días, dependiendo de cada paciente. Los resultados son altamente satisfactorios. Además, según el paciente el efecto de la toxina botulínica puede durar entre cuatro y ocho meses; por lo que para mantenerlo se deberán realizar tratamientos de recordatorio.
Las pacientes embarazadas o en período de lactancia no pueden someterse a un tratamiento de toxina botulínica.
Para que la toxina botulínica penetre correctamente en los tejidos, es importante llevar a cabo determinadas precauciones durante los días previos al tratamiento. El paciente no puede tomar ningún medicamento ni suplemento nutricional que afecte a la coagulación, como la vitamina E o el ajo. Tampoco es recomendable el uso de antiagregantes o la ingesta de alcohol.
Este tratamiento puede conllevar determinados efectos secundarios que incluyen:
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